A Vilma, desde la eternidad:*
x Mariel Matoz
A Beatriz Santaella por sus palabras


Vengo juntando deseos de contactarme con vos aunque sea imposible, aunque te espíe de vez en cuando. Pensé –ya sabés como soy- en escribirte una carta, un poema, un delirio de comunicación; algo que traspase el sopor en el que vivo después de ya no vivir más. Cuántos años han pasado y vos seguís allá haciendo fechorías. Todavía me acuerdo de tu cara amargada cuando me sentaba al lado tuyo en la clase de dibujo, de la resistencia que ponías para contestarme aunque por dentro te morías de ganas. Eras fan de Pizarnik y yo un calco de ella. Una niña de ojos desesperados y pelo corto…

¿Te acordás de nuestro invento para montar fotos uniendo muchas páginas? Siempre fuimos la vanguardia, lo sabíamos, pero teníamos que esperar… y viste que esperar para mí era solo una excusa para escribir. Odiaba esperar. Recuerdo esos momentos todo el tiempo, vienen a mí como Multimedias: brillantes, transparentes, cambiantes. Lo bueno es que está todo en esa cajita que te dejé amiga. Creo que nunca fui enfática al decirte que te la re jugaste retratándome entre personalidades como el Che, Gardel o The Beatles. Yo sé que siempre pensaste que yo sería “una grande”, pero viste lo rápido que me fui. Cuando lanzamos la revista Cinco para todos y algo más… yo también pensaba que todo era posible. Ahora vos y lxs demás cuatro están desperdigados y enojados, algunos también muy acomodados viviendo de las migajas de la cultura y la educación mendocina destrozada… Sí, me puse muy sentimental. Ay cuánto te extraño querida. Después me fui a EEUU a cambiar de aire, y viste como volví de lisiada. Qué turbio se pone el ambiente artístico cuando hay poco para comer, menos mal que siempre estuve un poco afuera y un poco adentro del mundo de las letras. Un poco nada más, porque ese también siempre fue otro nido de ratas. ¿Te acordás lo que nos dijo Gyula en la entrevista? Todos los días lo pienso, se me quedó grabado como mantra o como leitmotiv.

Nunca te dije que besé a una artista renombrada después de mi muestra en Lirolay con Inés Rotella. Perdón amiga, vos siempre vas a ser todo. Me gustaría que revisaran alguna vez mis sobrinos un baúl mío que quedó en su casa, hay muchos catálogos de esa muestra, me encantaría que los quemen. O que los miren. La composición romboidal de doble línea lo es todo. Siempre fue el sumun del diseño y nunca lo valoraron. Que feo amiga haber nacido en esa época, que mal que nos trataron. Al menos yo no tuve la desgracia de tener un marido artista, hubiese sido un espanto tener que competir y meterme en la cama con alguien renombrado solo por lo que tiene en la entrepierna. Yo siempre estuve contenta de tenerte a vos, cerca mío y nada más. Para qué ser una Marta como mi Marta de convenios… ¿Quién quisiera a tantos hombres cerca? Mejor salir huyendo.

Ay Betty, me dirías. No sabés lo que te extraño. Así aunque seas un poco malvada o quizás incomprendida. Me moriría por contarte la rídicula escena que presencié hace unos años de unas tontas pibitas intentando restaurar un cuadro tuyo del 74’. Viste que antes guardábamos los cuadros de otra forma, pero ahora con eso del pluribol a alguien no sé le ocurrió mejor idea que poner las bolitas para el lado de adentro y el polvo hizo los suyo entre el plástico y tu pintura. Toda una textura cochina en el liso color de tu acrílico, un desastre. Bueno las nenas éstas pobres tan embobadas por ver cuadros viejos de gente muerta o casi, no tuvieron mejor idea que intentar sacar las manchas del pluribol con unos pañitos. Una encima tenía uñas largas postizas, era todo un desastre. Te hubieses infartado. Ay no que horror, pero bueno mejor, así ya estarías conmigo. ¿Qué seguís haciendo allá?


Te quiere, tu Betty




*Betty y Vilma corresponden a Beatriz Santaella e Iris Mabel Juarez respectivamente. Ellas se nombraban como los personajes de Los Picapiedras desde 1962, ya que "Era el año '62 y estaban de moda" (Guzzante, Mariana, Beatriz Santaella: la impuntual, 2016). El contenido de esta carta es ficcional, o parcialmente; es un gesto amoroso de imaginación.








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